Gobierno estadounidense adquirirá el 10% de Intel
El acuerdo se anunciará oficialmente este mismo viernes. La noticia, adelantada por Bloomberg, provocó que las acciones de la compañía de semiconductores subieran más de un 7%.
Un acuerdo sin precedentes
El presidente de EE.UU., Donald Trump, informó a los periodistas que Intel ha aceptado la propuesta de que el gobierno federal tome una participación del 10% en la empresa. Mientras hablaba con el grupo de prensa de la Casa Blanca, Trump declaró: «I think it’s a great deal for them and I think it’s a great deal». Intel, por su parte, declinó hacer comentarios.
Un momento pivotal para la compañía
La noticia llega en un momento crucial para Intel. Su consejero delegado, Lip-Bu Tan, está reestructurando la empresa, cerrando divisiones y despidiendo trabajadores en un intento por centrarse en sus negocios principales y ponerse al día con rivales como Nvidia. Recientemente, Trump presionó a Tan para que dimitiera por conflictos de interés percibidos, aunque tras una reunión, el presidente declaró: «I liked him a lot. I thought he was very good».
Un giro radical en la política de EE.UU.
Esta participación del gobierno federal en una gran corporación supondría una desviación dramática de la política de larga data de EE.UU.. Las participaciones accionariales del gobierno en empresas privadas son extremadamente raras y muy controvertidas en el país, con excepciones notables que ocurrieron durante la crisis financiera de 2008-2009.
Antecedentes: Intervenciones en tiempos de crisis
Durante la crisis financiera de 2008-2009, el gobierno tomó participaciones de propiedad temporales en empresas como General Motors, AIG y algunos bancos importantes para evitar el colapso económico. El gobierno vendió sistemáticamente esas participaciones a inversores privados en los años siguientes.
Un nuevo capítulo en la industria tecnológica
El acuerdo con Intel, que se produce días después de que el conglomerado japonés SoftBank acordara una inversión de 2.000 millones de dólares en la empresa, sitúa al gobierno de EE.UU. como un socio directo en una de las principales compañías de semiconductores del mundo, marcando un antes y un después en la relación entre el estado y el sector tecnológico privado.