Investigadoras privadas en TikTok exponen infidelidades con videos virales
PIs como Stephanie A. acumulan hasta 85.000 «me gusta» por casos de infidelidad. El fenómeno combina vigilancia profesional con formatos de redes sociales, atrayendo a una audiencia ávida de drama real. La mayoría de clientes son mujeres que buscan pruebas de engaños.
«Montar en shotgun en el drama ajeno»
Stephanie A., investigadora privada en Los Ángeles, graba encuentros íntimos de supuestos infieles para clientes que sospechan de sus parejas. Sus videos, con rostros difuminados pero detalles como «tacos y mercado agrícola», generan interacción masiva. «La gente adora el chisme», admite. Casos como el del CEO Andy Byron, pillado en una pantalla gigante en un concierto, refuerzan la tendencia.
Modelo de negocio en redes
Stephanie cobra 650 dólares mínimo por vigilancia, mientras Lisa Allen-Stell (Pink Lady Investigations) ofrece chequeos desde 20 dólares. Ambas usan TikTok e Instagram para captar clientes, mezclando tutoriales («cómo detectar cámaras ocultas») con rutinas cotidianas durante sus misiones. TikTok paga por vistas a cuentas con más de 10.000 seguidores.
Antecedentes: De Cheaters a TikTok
El reality Cheaters (2000-2018) popularizó las investigaciones de infidelidad, pero las redes sociales democratizaron el formato. Plataformas como TikTok permiten exposiciones anónimas y monetización, mientras herramientas como reconocimiento facial facilitan identificar a desconocidos. El escándalo del CEO Byron ejemplifica cómo un momento privado se convierte en viral.
Justicia o vigilancia desmedida
Expertos como Jamie Cohen advierten que la vergüenza pública escala hacia extremos, normalizando la vigilancia amateur. Aunque las PIs profesionales protegen datos, casos como el de un acusado en un vuelo doméstico muestran riesgos de doxxing. «Internet no es un tribunal», critica Allen-Stell sobre el linchamiento digital.