Preso trabaja como ingeniero de software para una startup desde la cárcel
Preston Thorpe cumple condena por narcotráfico mientras trabaja remoto para Turso. Es parte de un programa pionero en Maine que reduce la reincidencia. Accedió al empleo tras contribuir a un proyecto de código abierto.
«El peor error de mi vida»
Thorpe, de 31 años, cumple su undécimo año en prisión por delitos relacionados con drogas. «Fui un idiota completo», admitió en una videollamada desde el centro penitenciario. Tras ser expulsado de casa en su adolescencia, vendió sustancias adquiridas en la dark web y fue encarcelado por primera vez a los 20 años.
Oportunidad tras la pandemia
Su traslado a la cárcel de Maine en 2020 marcó un punto de inflexión. «Sentí que quizá no todo había terminado», explicó. Allí estudió programación de forma remota y colaboró en proyectos de código abierto. Su perfil en GitHub llamó la atención del CEO de Turso, quien le ofreció un empleo en mayo de 2025.
Rehabilitación con datos
El programa permite a 30 reclusos trabajar remotamente si demuestran buena conducta. Maine ha reducido su tasa de reincidencia al 21%-23%, frente al 60% nacional. Quienes estudian en prisión tienen un índice de reingreso del 0.05%, según el comisionado Randall Liberty.
Impacto medible
Liberty destacó que los ataques a funcionarios en prisiones de máxima seguridad cayeron de 87 en 2017 a solo 7 en 2024. «Tratar a las personas como personas las ayuda a cambiar», afirmó Haley Shoaf de Unlocked Labs, donde Thorpe trabajó antes.
De las sombras a la pantalla
El sistema penitenciario estadounidense tradicionalmente limita el acceso a educación y empleo tras las rejas. Maine implementó infraestructura digital durante la pandemia, «lo que amplió las oportunidades», según Shoaf. Los reclusos empleados destinan el 10% de su salario al estado.
Un futuro sin etiquetas
Thorpe simboliza el éxito del modelo: ahora es valorado por sus habilidades técnicas, no por su historial. «Lo peor de prisión es asumir la identidad de delincuente», reflexionó. Su caso evidencia que programas estructurados pueden romper ciclos de exclusión.